No. 480, La fatalidad de la gallina

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FUNDADORES: Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio. DIRECTORA: Amparo Osorio. COMITÉ EDITORIAL: Iván Beltrán Castillo, Fabio Jurado Valencia, Marco Antonio Garzón, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio, Fabio Martínez, Javier Osuna, Sergio Gama, Mauricio Díaz. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica). Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Luis Rafael Gálvez, Martha Cecilia Rivera (Estados Unidos); Jorge Torres, Jorge Nájar, Efer Arocha (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Renato Sandoval (Perú); Luis Bravo (Uruguay); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela);
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LA FATALIDAD DE LA GALLINA


Descripción: Martha Rivera Photo  Descripción: Fatalidad

La fatalidad de la gallina, la nueva novela de la autora colombiana Martha Cecilia Rivera, publicada por la editorial Ars Comunis, Chicago, acaba de comenzar a circular en las principales librerías de Estados Unidos y en www.amazon.com a partir de la última semana de enero, 2018. Una trama, que en palabras del prologuista Iván Beltrán Castillo, bien puede definirse como “el llameante incendio que se prende con el pretexto de lo real…”
EL TRÁGICO FESTÍN DE LA CONSCIENCIA*
Alguna vez postulé que las novelas de aventuras no son las que señala la tradición occidental desde la eclosión de las páginas de Jack London, Stevenson, Julio Verne o Emilio Salgari. Conjeturé que esas  obras, que detallan grandes desplazamientos, batallas, enardecidas o piadosas faenas históricas, anécdotas musculares, minuciosas querellas fácticas, acciones visuales,  y toda la gama de la actividad verificable, son más bien las novelas de la hiperrealidad y un registro verista de la eterna danza humana.
Me trabajaba la hipótesis de que las verdaderas novelas de aventuras, en el más amplio sentido de ese hondo sentido, son aquellas donde, merced a los más intrincados recursos de la imaginación y a la sutileza de la psique creadora, cristaliza la epopeya interior de la consciencia, el formidable aluvión de sensaciones, imágenes, símbolos, accidentes, retruécanos y fantásticas asociaciones que arden dentro de nosotros, producidos, eso sí, por lo que, como la cosecha de un sueño, encontramos en las calles por donde caminamos, las casas donde vivimos y las ciudades donde trabajamos.
A la luz del pensamiento y sus laberintos, pira inenarrable, el exterior es apenas una suerte de resorte, un trampolín hacia el “La-bas” sin el que la realidad concreta no es otra cosa que una imagen distante, un eco,  una ilustración, el decorado teatral de una obra que no entrega a los espectadores sino fragmentos inconexos, cuando no piltrafas.
Juan García Ponce habló en un recordado ensayo de la tentativa literaria  como de “La aparición de lo invisible”, el lugar donde los fantasmas interiores, las obsesiones sin nombre, las recurrentes ideas y la música del pensamiento se aúnan para demostrarnos que, hasta ser cobijado por esa suprema operación, el hombre no es más que caos y nadería.
La familia de quienes han trabajado cercanos a esta intuición es grande, muchas veces desdichada, incomprendida en principio y, para decirlo con un formulismo social, de muy difícil trato. Yo pondría en ella, antes que nada, por supuesto, a James Joyce, el mayor perseguidor de la consciencia que haya tenido la historia, no solamente de las letras, sino del arte en general y, seguramente, de la psiquiatría, la filosofía y la inquisición teológica.
Pero existen otros que tampoco cejaron en el empeño de urdir la novela de aventuras de nuestro interior. Bástenos recordar a Herman Broch, Alfred Doblin, la gran Virginia Woolf, Roberto Musil, Julio Cortázar, Raymond Russell, Marguerite Yourcenar o José Lezama Lima.     
No se trata siempre de que una novela sea, por decirlo de algún modo, abstracta o de que no cuente cosas exteriores o tenga referencias al mundo concreto, o de que parezca darle la espalda a la portentosa mundanidad que disfraza a la existencia, pero sí se trata de que todo eso quede involucrado y juzgado desde el ámbito intimista donde el hombre recopila al universo, lo transgrede y lo transforma. Las imágenes exteriores despiertan, desde la jornada eternal de Leopold  Bloom en Dublin, un maremágnum al que no resulta osado llamar ontológico.  
Visualizo a Martha Cecilia Rivera, en un piso altísimo de Chicago, leyendo la caligrafía de la ciudad de los vientos, mientras avanza en la experiencia de sumarse, con humildad pero con arrojo y entereza, al club de los grandes cazadores de la consciencia desde la ficción narrativa.
En “La Fatalidad de la gallina”, la nueva novela de esta autora colombiana que recaló en Los Estados Unidos hace muchos años, la “presentación de lo invisible”, y el llameante incendio que se prende con el pretexto de lo real, quedan patentizados en un entramado narrativo, poético en la mayor parte de las páginas, y no exento de una vena erótica gozosa.
El narrador de la obra prácticamente es un comentarista irónico de los sucesos que pasan a su alrededor y que, en su lúcida consciencia, se vuelven signo, metáfora, pretexto para entregarse a la voluptuosidad y la floración de la consciencia.
Inmerso en un universo laboral que le resulta insoportable, y en el que hace su papel con irreprochable dignidad, este personaje es un “voyeur metafísico”, un delicado mirón, un ironista de las circunstancias usuales. Trabajando con una organización comercial (“Tiendas integradas”)  en pos de extender sus garras internacionalmente, su interés verdadero es una mujer que vemos entre claroscuros y a la que atenazará la trampa sórdida que acostumbra acechar en estos lugares: Irene, poema, insinuación, sensualidad y crítica de la costumbre instalada en esas oficinas como una dictadura silente. Ella es pretexto y camino para que los hechos narrados (y que aparecen atrás de la aventura esencial de la imaginación) en vez de hundir al héroe y postrarlo, lo disparen y le permitan construir un mito, desde los escombros de una vida gris y magra.
Los otros personajes que deambulan alrededor del héroe y de Irene (Daniel Pirro, Abel Solo, Mónica, Andrea y Amanda), tan viscosos y procaces como los personajes de Juan Carlos Onetti o Milan Kundera, ilustran ese “canibalismo mental”, que la autora atribuye con crueldad a los hombres.
Una novela del interior que alumbra con fogosidad la tenue estancia de lo consuetudinario, “La fatalidad de la gallina” tiene en estos animales equívocos de apariencia servil uno de los motivos de reflexión.
Me perturba la increíble destreza con que Martha Cecilia ensambla en un todo una trama cotidiana con cierto suspendo, un devaneo sensual alrededor del cuerpo y sus itinerarios y una profunda meditación alrededor de lo que el hombre ha hecho con su viaje por el asombro perpetuo de los días. La final orfandad que siente después de atravesar toda la galería de sus Dioses y sus consolaciones.
 “Los dioses no se refugiaron en su Olimpo para escuchar desde allí a las plegarias de la raza humana, sino para protegerse de ella.”
  “Ofrezco a los dioses mi destino. Lo inmolo a sus caprichos. Me inmolo a mí mismo. Me ofrezco en sacrificio. Pido mi castigo. Que de repente sea yo convertido en un insecto o en una hiedra. Que sea mi condena andar para toda la eternidad sobre la tierra, navegar hasta el infinito sin alcanzar un puerto, errar sin parar, perderme en un laberinto, encontrar, hasta el final del tiempo, a mí alrededor tan solo arena”
Nada que se haga, nada que se intente, nada que se sueñe sirve”.
*Iván Beltrán Castillo
Noviembre 2017​

PREMIO EXCELENCIA 2018
Descripción: winston
Winston Morales Chavarro

Otorgado por el Círculo de Periodistas del Huila, El poeta Winston Morales Chavarro ha sido acreedor a este premio como reconocimiento a su labor cultural. La entrega del mismo, que se hará el 9 de febrero, en el marco central de la ceremonia oficial del Día Nacional del Periodista Colombiano, contará con la presencia de las más altas dignidades y periodistas de su Departamento.
MAREA DE SOMBRAS

Descripción: Fabio-Martínez  Descripción: MAREA DE   SOMBRAS PORTADA   PPAL
Fabio Martínez.

Por: Medardo Arias Satizábal 

El Sabio, Francisco José de Caldas, uno de los patriotas colombianos que se enfrentó al imperio español, reconoció el litoral sur de Colombia como “el obscuro Pacífico”, ese lugar donde el mar parecía traer pesadillas en el espejo quebrado de sus aguas, y los atardeceres se anunciaban con el aleteo de mariposas lanudas, entre el humo de la madera recién cortada.
Ese lugar ha sido objeto de ficción y a él se han rendido personalidades como el Barón Von Humboldt, y el viajero francés Jean Baptiste Boussingault, quien narró en su diario de viaje a mediados del siglo XIX, cómo unas mujeres con pendientes y agujas de oro en la cabeza lo habían atendido en la ribera de un río, donde personajes dignos de El Reino de este Mundo, de Carpentier, usaban hasta siete pañuelos para conjurar el calor y mantener alguna dignidad entre la descomposición de los elementos.
Buenaventura fue la patria literaria de Carlos Arturo Truque, de Óscar Collazos y de Enrique Cabezas Rher. Ahí, el segundo escribió una serie de cuentos que aluden a La Pilota, la legendaria zona de tolerancia del puerto, en tiempos de semana santa. Cabezas Rher tomó del himno de la ciudad, Mi Buenaventura, una frase para bautizar su novela “Miro tu lindo cielo y quedo aliviado”. Los tres autores emplearon el recurso de la memoria para recrear un lugar en el pasado, ese espacio edénico o infernal que se queda temblando en el recuerdo.
El diario francés Libération describió alguna vez a Buenaventura como “el lugar más feo del mundo…”
Marea de sombras de Fabio Martínez redime este lugar geográfico, espacio de ficción, con un tsunami que hace eco a esa obsesión de los creadores literarios por refundar la realidad desde el advenimiento del desastre. Como la paloma que vuela sobre el arca cuando ya las aguas no están y un viento balsámico dice que la vida ha regresado. Buenaventura con su charanga de alta isla, por donde “sopla una brisa piadosa”, como la describió el poeta Álvaro Mutis, es aquí también un pedazo de mundo arrancado de los “Tristes trópicos” de Levy-Strauss.     
Fabio Martínez emprende en esta novela la urgente y comprometedora responsabilidad de narrar el presente, desde una realidad histórica, cruda, donde los trenos eglógicos de un pasado romántico, dramático, son barridos por el peso de un acontecer acaso más aleccionador que la intención poética. Con una prosa directa que no escatima la mención de lugares y personajes conocidos, trae para la literatura colombiana este sainete de paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes, agentes de ficticias empresas camaroneras, lancheros, gente de mar.
La historia se desenvuelve dentro de una maraña oscura de crímenes, corrupción, vidas relajadas entre el sopor de una temperatura que trae vinagre a la boca de los vivos, aire de cementerio, tiros al aire, ancestrales premoniciones.
El mapa del puerto con sus personajes que hablan a las deidades africanas, discurre por una banda sonora a la que acude la circunstancia rítmica del folclor, su compás conocido.
Como si Raymond Chandler, Dorothy Hughes y Cornell Woolrich, se asomaran al litoral del Pacífico colombiano a través de una rendija, y ejercieran de voyeurs, para ver pasar, en calma chicha, el horror de un tiempo apenas descubierto para el asombro, entre el bosque húmedo y las orgías de sangre.
Fabio Martínez ensaya, de golpe, una obertura que de todos modos hace pensar en el general Antonio López de Santa Anna, tres veces dictador de México, evocado por García Márquez en su discurso Nobel, aquel que perdió una pierna en la Guerra de los Pasteles y ordenó honras fúnebres para ella.
Novela negra, crónica al tiempo de una era infernal donde la vida parece no incomodarse con el reino de la muerte, Marea de Sombras nos dirá un día cómo era el puerto de la Buenaventura cuando los hados del inframundo permearon su destino.

La novela negra sobre Buenaventura
Publicada por el Grupo Editorial Sial – Pigmalión. Colección Casa de África. Madrid, 2017,

METAPHYSICA

Yo fui amado en efigie
en un país más allá de los sueños...

Fernando Pessoa

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CARTAS DE LOS LECTORES


AMIGOS CONFABULADOS: Un recuerdo para Gonzalo en lo que serían sus 55 años. Cuando regresen las golondrinas para decir que la vida ya no nos será breve. Marco Antonio Campos



CONFABULADOS: Mi aplauso grande seguirá siendo para Gonzalo Márquez Cristo, porque a pesar de su ausencia el legado de su obra seguirá estando presente entre quienes lo conocimos y gozamos de su amistad. Gracias por mantener viva su memoria en estas páginas. Camila Arango Restrepo

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AMIGOS CONFABULADOS: Creo que las colaboraciones de Gabriel Arturo Castro son un claro ejemplo de lo que debería contener todo escritor: Una profunda y acertada intelectualidad. Luis Valencia López

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QUERIDOS CONFABULADOS: Gracias por preocuparse de publicar autores de las regiones. Me gustaron mucho los poemas de Esperanza Carvajal. Orlando Martínez Franco

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CONFABULADOS: Me ha gustado mucho su idea de publicar algunos capítulos de novelas, como en el caso de Shotgun Zen de Juan Sebastián Gaviria, porque esa introducción nos motiva para adquirir el libro. Carlos Juan Méndez



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